¿Alguien se atreve a cambiar el paradigma?
Julián Trullén propone aprovechar la difícil situación económica para renovar las organizaciones, para que sean más abiertas y se conviertan en comunidades de aprendizaje e innovación.
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Julián Trullén - 30/01/2010
Siglo XXI, primera década, 2010. Cuentan tradiciones milenarias, los mayas, los Vedas hindúes y la astrología, que en 2012 se producirá el punto de inflexión hacia un cambio evolutivo en el planeta Tierra. También coinciden en que depende de nosotros que este cambio sea a favor o en contra de la humanidad. El filósofo contemporáneo Jordi Pigem reafirma esta tesis en su obra Buena crisis, quizá una de las más esclarecedoras sobre el momento que vivimos. El informe sobre Innovación para el Desarrollo 2009-2010 resuelve que aunque España ha mejorado algo, sigue en el furgón de cola de los países europeos. Suecia encabeza la lista. Hamel en 2007 avisó: "No podemos afirmar nada certero sobre el futuro, con una excepción: en algún momento de la próxima década, su empresa se enfrentará al reto de cambiar de una manera que no tiene precedente y ahí está el reto, crear organizaciones capaces de renovarse continuamente, sin crisis previas que lo justifiquen". Acabamos de dar la bienvenida a la próxima década. Recibimos el año con cerca de cuatro millones desempleados. Los retos desde una intención positiva son apasionantes, pero a la luz de los resultados parece que, amén de otras, en España vivimos una crisis de innovación. O ¿serán todas la misma?
El índice de capacidad innovadora de un país es el resultado del entorno institucional, el capital humano, la formación e inclusión social, el marco legal, la investigación y desarrollo y el uso de las TIC. Según a quien se escuche, en España tenemos algo de todo, si bien claramente insuficiente. Pero ¿qué nos impide innovar? Nuestra forma de ver el mundo, nuestras maneras inconscientes de pensar, nuestros paradigmas. Todo apunta a que 2010 es el tiempo para decir adiós a esas gafas de tinte burocrático que nos han acompañado durante años. Para decir adiós al economicismo del que nos habla Pigem y que tiene en jaque a la humanidad. Es el tiempo de abandonar esos antiguos pensamientos que dicen que lo que no tiene valor económico no es importante y que se basan en el individualismo y la competencia ciega. Es tiempo de olvidarnos de las organizaciones lideradas desde el miedo, en las que se premia la mediocridad, la obediencia, el peloteo o el sálvese quien pueda. Es la ocasión para salirnos de antiguas forma de pensar y de una realidad muy actual como es la crisis del liderazgo.
Hoy, siglo XXI, 2010, nuestro reto consiste en cambiar este antiguo paradigma hacia uno nuevo en el que las organizaciones sean sistémicas, es decir, sistemas abiertos y dinámicos, convertidos en comunidades de aprendizaje e innovación, en las que se compartan retos, los líderes estén al servicio de sus equipos y los empleados sean percibidos como seres humanos con pasión, imaginación, respeto, cariño y libertad, capaces de pensar y de crear más allá de su conocimiento y experiencias previas. ¿Les suena Google? Una mirada a las creencias en el refranero español, la expresión de nuestros pensamientos más arraigados, hablan de un país en el que más vale malo conocido que bueno por conocer, en el que si cuestionas un proyecto estás buscando los tres pies al gato. En definitiva, un país en el que los jefes se mantienen en sus trece y donde más vale pájaro en mano que ciento volando.
La reflexión, aunque simpática, resulta poco alentadora. Estos pensamientos subyacen en el inconsciente colectivo de personas y organizaciones; nos condicionan y limitan a la hora de atrevernos a definir una nueva estrategia, a la hora de lanzar una idea a nuestro jefe, a la hora de asumir un cambio. A la hora de dejar atrás el viejo paradigma de control, por uno nuevo donde la colaboración garantice la competitividad, donde el miedo deje paso a la confianza.
Hamel pronostica que cambiar una organización es muy difícil porque a los directivos no les entusiasma la idea de ceder poder y autoridad. En los próximos años veremos un cambio drástico en la definición de líder. Estará menos relacionado con tomar las decisiones clave o tener una visión de futuro y más con crear las condiciones necesarias para permitir a otra gente innovar y crear esa visión. En este nuevo modelo, un consultor o un formador no son suficientes. Hacen falta cambiólogos, la evolución del consultor clásico, formador, que en su trayectoria profesional y vital ha hecho cambios conscientes en su identidad, valores y creencias, asociados a un pensamiento humanista. Habla del cambio desde el aprendizaje que le ha provocado su propio cambio individual.
Así las cosas, desde unas fuentes u otras, parece que 2010 es el año clave para decir adiós a la crisis, de comenzar a cambiar ese viejo paradigma que, si el calendario maya no se equivoca, toca a su fin el 22 de diciembre de 2012. La cuenta atrás ha comenzado. ¿Se atreve a cambiar de paradigma?
Julián Trullén. Socio director de Logos Increscendo
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